Paisaje de Toledo (El Tajo) / Óleo sobre tabla 27 x 22 cm / Pintor Alejandro Cabeza
Acababa de pasar el invierno y el sol, aunque tibio, comenzaba a calentar de nuevo. Al volver la mirada a las cercanas cumbres, a lo alto (porque siempre hay que mirar a lo alto; todavía hay que mirar al cielo), entre las extensiones inmensas de rocas negras, hoscas, ya resecas, veo surgir un árbol de buen tamaño: totalmente blanco. Y resplandece allí, único, en medio de la aridez y la dureza. En un paisaje improbable y de futuro incierto. Pero su blancura es tan impoluta que a penas se puede mirar de frente; su belleza ciega. Como ciegan las lágrimas que arranca su fe terca.
Textos de: Salomé Guadalupe Ingelmo