Jardines de Monforte / Óleo sobre tela de 81 x 60 / Colección privada / Pintor Alejandro Cabeza 1998
Adora ese cuadro. No es uno de los más conocidos de Magritte, pero él lo prefiere a otros muchos del mismo autor. Cada vez que lo contempla piensa en su profesor de Arte del instituto y en las largas charlas con las que pretendía abrirle los ojos y le incitaba a volar tras sus sueños. Lo recuerda aún con mucho afecto.
El hombre encerrado en la tela observa melancólico el horizonte. El espectador sólo ve el puente al que se asoma, pero no cabe duda de que la figura mira el naranja uniforme que se desparrama sereno. Su severo traje negro y el sombrero hongo no le permiten sentir el contacto con el fresco viento. Su gesto es triste pero dócil; se ha resignado ya a no volver a tocar los cielos. Da la espalda al león de mirada apática que ya no ruge siquiera, que parece aturdido y mustio, enjaulado en el paisaje urbano que le rodea. Que parece carecer de instintos y haber olvidado lo que es la vehemencia. Su dorada melena se vuelve cada día más deslucida y revuelta.